Evidencia de su amor: El abrazo constante de Dios en mi vida


    A veces, en medio del ajetreo diario, olvidamos lo más esencial: que somos profundamente amados. Nos encontramos inmersos en preocupaciones y dudas, y en esos momentos, pareciera que Dios se aleja o que su amor se desvanece. Sin embargo, si nos detenemos un momento, si miramos con el corazón abierto, veremos que la evidencia de su amor está por todas partes. Es un amor tan grande, tan real, que transforma cada aspecto de nuestras vidas, aun cuando no lo comprendamos del todo. Hoy quiero compartir contigo cómo ese amor ha marcado mi vida y cómo puede tocar la tuya de manera profunda y transformadora.

    Hay momentos en los que me detengo a pensar en lo inmenso que es el amor de Dios. No es algo que simplemente leo en un libro o escucho en una canción. Es algo que he experimentado en lo más profundo de mi ser. Su amor ha sido el refugio al que corro cuando todo a mi alrededor parece desmoronarse. Lo he sentido en los días buenos, cuando la risa llena el aire, pero también en los días grises, cuando el silencio pesa. Y sé que tú también lo has sentido, aunque a veces no te des cuenta.

Dios no solo me dice que me ama, sino que lo demuestra una y otra vez, de maneras que a veces me sorprenden. Cuando pienso en esto, no puedo evitar recordar lo que dice la Palabra: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Este versículo lo escuché muchas veces antes de entender realmente lo que significaba. Me decía: “Sí, sé que Dios me ama”, pero no lo vivía como algo personal, algo que pudiera abrazar y llevar conmigo. Hasta que, un día, lo sentí en lo más profundo de mi alma. Ese día comprendí que el amor de Dios no es solo una promesa escrita en tinta. Es una verdad que late dentro de mí, y de ti también.

La cruz no es solo una historia lejana; es la mayor prueba de amor que jamás haya existido. Cuando me siento sola o perdida, recuerdo ese sacrificio. Pienso en Jesús, colgado en esa cruz por mí, por ti. Y entonces todo cobra sentido: este amor no tiene límites. Un amor que me busca, me encuentra y me rescata de mis propios errores, de mis dudas, de mis miedos. En esos momentos oscuros, he aprendido a ver la evidencia de su amor en los detalles más pequeños, como un susurro en el viento que me dice: “Aquí estoy”.

He sentido su amor cuando todo a mi alrededor parecía derrumbarse, y Él llegó, no con grandes señales, sino con una paz inexplicable. Es como cuando Filipenses 4:19 nos dice: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús." He visto esa provisión. No siempre en la forma que esperaba, pero siempre en la forma que más necesitaba. A veces era un abrazo de alguien querido, una palabra de aliento cuando más lo necesitaba, o una pequeña señal que me recordaba que Él sigue a mi lado, incluso en los días más difíciles.

Y es que, a pesar de mis fallos, de mis momentos de duda, de esas veces que me he alejado, Dios nunca me ha dado la espalda. Siempre me recibe con los brazos abiertos. Como dice el Salmo 103:8: "Jehová es clemente y misericordioso, lento para la ira, y grande en misericordia." En esas palabras encuentro consuelo, porque sé que no importa cuántas veces me caiga, Él siempre está dispuesto a levantarme. Su amor no tiene condiciones. No me pide que sea perfecto, solo que confíe, que me entregue a sus brazos.

A veces, me pregunto cómo puede ser tan paciente conmigo, cómo puede amarme tan profundamente a pesar de mis debilidades. Pero entonces me acuerdo de una verdad simple y poderosa: Dios es amor (1 Juan 4:8). No es que Él simplemente ame; es que su esencia misma es amor. Y ese amor se refleja en cada rincón de mi vida. Está en el amanecer, en el aire fresco que respiro, en las personas que ha puesto en mi camino. Es un amor que me rodea, incluso cuando no lo veo.

Cuando miro hacia el futuro, a veces con incertidumbre, encuentro consuelo en saber que el mismo Dios que me ha sostenido hasta ahora, seguirá haciéndolo. Su amor es mi seguridad, mi ancla en este mundo cambiante. Romanos 8:32 lo dice de una manera que toca lo más profundo de mi ser: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" Si Dios ya lo dio todo por mí, ¿cómo podría no confiar en Él?

El amor de Dios no es solo algo de lo que oímos en la iglesia o leemos en la Biblia. Es real, es palpable. Lo siento cada vez que caigo de rodillas en oración, cada vez que me entrego a Él, cada vez que dejo mis preocupaciones a sus pies. Y mi deseo más profundo es que tú también lo sientas. Que, en medio de tus luchas, en tus momentos de duda, puedas sentir su abrazo. Porque Él está ahí, esperando que vuelvas a sus brazos, recordándote que nunca te dejará.

Así que, cuando te sientas perdido o cuando todo a tu alrededor te diga lo contrario, recuerda que Dios te ama. No solo en palabras, sino con una evidencia viva, constante, imparable. Un amor que ha marcado mi vida y que está ahí para marcar la tuya también.

Ya para finalizar recuera que el amor de Dios es una verdad viva, constante, que atraviesa cada momento de nuestras vidas. No importa cuán lejos creas que estás, cuántas veces hayas fallado o cuánto te cueste verlo en medio de tus batallas, su amor siempre está presente, esperando que lo aceptes y confíes en él. Cada detalle de la creación, cada susurro de paz en medio del caos, es una prueba tangible de su amor por ti. Hoy, mi oración es que puedas experimentar ese amor de manera personal, que lo sientas envolviéndote, guiándote y dándote fuerzas para seguir adelante. Porque al final, la mayor evidencia de su amor es que Él nunca te ha dejado ni lo hará. Su amor es eterno.


Yo soy Rosa Linda Viloria T 🌹...... nos encontramos la próxima semana


Bendiciones...🙌


Comentarios

Entradas populares de este blog

Seis meses para una vida nueva: Un viaje de transformación personal

NUEVO AMANACER

Celebrando la esencia femenina: Dia de la mujer